PADRE: Tú me has entregado a tu HIJO para pulimentar su Alma y modelar su corazón. Compadécete de mi fragilidad. No me mires con ceño adusto si no logro que sea como tú quieres todavía, ten paciencia.
Piensa, en lo ardua que es tu encomienda. Piensa, en lo necesaria que es tu cooperación y comprensión. No te molestes su bulliciosa alegría, compártela; no le enseñes las cosas superfluas … la vanidad, la crítica, el orgullo, la envidia, la incomprensión, la falta de fé ….
Enséñale lo verdadero, lo útil, lo bello … un abrazo al caído, un perdón; una sonrisa, el tesón, el aliento, la esperanza, el amor.
Enséñale, para que sus ojos aprendan a ver y su alma a sentir, que aprenda a ver lo bello en todo lo que le rodea, por ser creación divina y hacérsela gustar.
Y a mí como MAESTRO, trátame con Dulzura, Cariño y Respeto, pués son estas acciones las que recompensan los dolores que causan el encaucamiento, la formación y crecimiento de esos que aunque hijos suyos por sangre, son míos por derecho de Amor, Esfuerzo, Constancia y Sudor. Y si me equivocara, como puede pasar por mi condición humana, averigua bien, infórmate y establece un diálogo cordial, franco, amistoso y verás que todo no pasa de ser una simple borrasca.
Ayúdame, como un BUEN PADRE, a cultivar como el Jardinero, en el Alma de nuestros Hijos las más bellas flores de AMOR, BONDAD y GRATITUD, pués ellos serán nuestra obra maestra para enorgullecernos hasta el fin.
PADRE, BUEN PADRE, que has de darme apoyo para dar la luz a los ojos, bondad al corazón, belleza al Alma, verdad a las palabras y rectitud a los actos de estos niños, por favor, padre no desoigas mi súplica. Su MAESTRA.