Felipe
Tenía nueve años … en una Clase de Salud donde todos los demás tenían ocho. Los niños de ocho años pueden ser crueles. Los de tercer nivel no le dieron la bienvenida a FELIPE en su grupo.
No sólo porque era mayor, sino por ser “Diferente”. Sufría del “Síndrome de Down” y sus manifestaciones obvias: características faciales, reacciones lentas, síntomas de retraso.
Un domingo después del de Resurrección, la Maestra reunió algunos de esos huevos plásticos que se abren por la mitad, y le entregó uno a cada niño.
En aquel precioso día de primavera, cada niño debía ir afuera y descubrir por sí mismo algún símbolo de “Nueva Vida” y colocar esa semilla simbólica u hoja o lo que fuera, dentro de su huevo.
Después abrirían sus huevos uno por uno, y cada chiquillo explicaría por qué su descubrimiento era un símbolo de “Nueva Vida”.
Así… los chiquillos se reunieron el día señalado y colocaron sus huevos sobre una mesa, y entonces la Maestra comenzó a abrirlos. Una niña había encontrado una Flor.
Todos los niños dejaron escapar “oohs” y “aahs” ante aquel hermoso símbolo de nueva vida. En otro había una Mariposa. “Hermosa” – dijeron las niñas. Y no es fácil que quienes tengan ocho años digan “hermosa”. Otro huevo se abrió para dejar ver una Piedra.
Algunos niños se rieron. “Qué locura” – dijo uno. “¿Cómo una piedra puede ser “Nueva Vida”? Enseguida un niñito alzó la voz y dijo: “Ese es mío. Sabía que todo el mundo pondría Flores y Hojas y Mariposas y esas tonterías, así que puse una Piedra para ser diferente. Todos rieron.
La Maestra abrió el último huevo, que No Tenía Nada Dentro. “Eso no es justo” – dijo alguien. “Eso es estúpido” – dijo otro. La Maestra sintió que le tiraban la chaqueta. Era Felipe. Alzando la mirada dijo: “Ese es mío. Yo lo hice. Está vacío.
Tengo Nueva Vida Porque La Tumba Esta Vacía”. Se hizo silencio en la clase.
Desde aquel día Felipe se convirtió en parte del grupo. Le dieron la bienvenida. Cualquier cosa que lo hubiese hecho diferente, jamás se volvió a mencionar.
La familia de Felipe sabía que no viviría mucho; había demasiadas cosas mal en su cuerpecito. Aquel verano, vencido por la infección, murió.
El día de su funeral, nueve niños y niñas de ocho años se enfrentaron a la realidad de la muerte y marcharon hacia el féretro… sin flores.
Nueve niños con su Maestra colocaron sobre el féretro de su amiguito su Ofrenda de Amor: Un Huevo Vacío.
Y le dijo Jesús: Yo soy la Resurrección y la Vida; el que Cree en mí, aunque esté muerto, Vivirá.
{San Juan 11:25}