Cubierto con Nieve
Purificarme con Hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. (Salmo 51:7)
Conduciendo por la autopista interestatal, veo desechos en los hombros del camino. Al transitar por la ciudad, veo basura a lo largo de las aceras. Los otrora verdes jardines se ven chocolates. Las otras hermosas y nacientes flores languidecen con el rocío de la fría mañana. Los fuertes vientos han desnudado a los árboles de cada hoja. Sí, es el invierno.
De repente, pasa. Durante las últimas horas de la noche, los diminutos copos de nieve comienzan a descender. Rápidamente le siguen lluvias de copos más grandes. Para la mañana, todo está cubierto por una blanca sábana. Sin embargo, cuando los autos, autobuses y camiones comienzan a moverse de nuevo y los equipos limpianieve realizan su trabajo, la blanca cubierta se torna en algo feo, sucio y lodoso. Sólo un paso en la nieve dejará su marca.
Así es en nuestras vidas. Cuando nos despertamos cada mañana comenzamos con UNA PAGINA DE VIDA EN BLANCO. Pero antes de que termine el día, esa página ha sido manchada rápida y silenciosamente con palabras, pensamientos y acciones feas. Los desechos del pecado han ensuciado lo que una vez pareciese una cubierta de nieve.
No puedo explicar cómo uno puede tomar rojo, mezclarlo con tierra y entonces, tornarlo blanco. Sólo por medio de la química de la SANGRE DE JESUS es ésto posible. Utilizamos una gran cantidad de agua con detergente para lavar la ropa. Si una ropa oscura cae accidentalmente en la lavadora junto con la ropa blanca, la última sale manchada. Sin embargo, sólo una GOTA de la Sangre de Jesús blanqueará nuestras vidas.
En Isaías 1:18 leemos: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.
Doy gracias a Dios por esta consoladora promesa. Cada mañana representa un nuevo comienzo. Necesitamos el poder limpiador de la sangre de Cristo para mantenernos libres de la basura y los desechos que Satanás lanza en dirección nuestra. Precioso es el raudal que limpia todo mal, sólo de Jesús la sangre. A diferencia de algunos agentes limpiadores, la sangre de Jesús nunca pierde su potencia. Su Manto de Justicia nos limpia más blancos que la nieve.
Aquí está mi vida manchada y sucia. Necesito que le apliques de tu sangre. Necesito la cobertura de la potencia limpiadora de tu justicia. Ah, sí cómo te agradezco por este milagro aplicado hoy.